La Psicomotricidad: una práctica educativa y preventiva
El juego psicomotor es en principio un derecho del alumnado, una actividad placentera esencial que contribuye a la construcción subjetiva.
Todos los niños y niñas juegan, lo hacen constantemente. Jugar es una función vital, como la respiración, centrada en el principio del placer, placer por el descubrimiento y placer por el dominio progresivo del mundo y de sí mismo. Por lo tanto, el alumnado sano juega, quiere, puede y sabe jugar a su nivel y con sus propios instrumentos. En este espacio el psicomotricista es quien garantiza las condiciones de seguridad afectiva del niño, los materiales, el espacio y el tiempo suficiente para que él pueda desplegar plenamente su impulso lúdico, que surge por su propia iniciativa y por su fuerza interna.
A través del juego, el alumnado incorpora las nociones básicas acerca de sí mismo, de los otros y del mundo, aprende a dominar y conocer las partes del cuerpo y sus funciones, a orientarse en el espacio y en el tiempo, a manipular y construir, a establecer relaciones con otros, a comunicarse y a hablar. Todos esos aprendizajes ocurren a nivel no consciente.
El juego psicomotriz no es un ejercicio para... ni un ensayo para.... ni una preparación para tareas futuras, sino una manera de ser en el mundo hoy, aquí y ahora. Para el niño y niña, el juego es la vida aunque no toda la vida es juego.
De la vivencia, la exploración, la experimentación de simples objetos, la resonancia emocional y el placer compartido luego con otros niños y niñas o el mundo de los adultos, se plantean preguntas, al principio no verbales, construyen sus conocimientos, comparan resultados, cuestionan e inquieren a los demás, trazando sus propios caminos para aprender, de acuerdo a sus potencialidades globales, a sus competencias y a sus intereses.
En cada sesión de psicomotricidad se invita a los niños y niñas a recorrer un itinerario que comienza por el placer de jugar y finaliza en el placer de pensar.